A la hora de planear la cena, se plantea una rivalidad entre la carne de la vaca y la del pollo. Está claro que la primera lleva las de ganar, ya que la otra “tiene mucho desperdicio”. Es por esto que la mayoría de las veces termina optándose por el vacuno. Ahora, como defensor del pobre e indefenso pichón, tengo que plantear lo siguiente.
Cuando hablan del desperdicio del pollo hacen referencia a lo que tiene que ver con huesos, cartílagos y un mínimo porcentaje de grasas. Lo cierto es que a la hora de comer del vacuno disfrutan consumir toda la grasa que tan rico lo hace. Mi pregunta es… ¿Por qué no prueban comerse los huesos, cartílagos y ese mínimo porcentaje de grasas del pollo? Van a ver, y ahora sí, qué es lo que rinde más, cuesta menos, y tiene menos desperdicio!
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