miércoles, 24 de diciembre de 2008

Un pacto en el año 0.

Todo tipo de convenios o pactos entre las personas existen desde el mismo momento en que existe el hombre sobre la tierra. Seguramente uno de ellos, allá por el año 0, fue el siguiente. Un acuerdo en el que no participaban precisamente dos personas, sino una persona (¡Y qué persona!), y una cosa, ciertamente el pan. Trato de imaginarme la situación y la primer imagen que viene a mi mente es la de Jesús sentado de un lado de la mesa con una hoja en su mano derecha y una lapicera BIC en la izquierda (era zurdo, como el Diego). Del otro lado de la mesa y enfrentado con el Hijo de Dios, se encontraba Felipe (de Pan, en aquel entonces se usaba el apellido materno; con motivo de la cagada que se había mandado Adán. Más adelante se pudo comprobar científicamente que las manos que habían tomado esa manzana eran las de Eva). En la hoja, escrito en su respectivo idioma (Aclaración: aquí lo escribo en castellano para que ustedes puedan entenderlo) algo que decía más o menos así:

“Por la presente certifico yo, Felipe de Pan, un acuerdo con el señor Jesucristo, Hijo de Dios Padre Todopoderoso (Pregunto: siendo su padre “Todopoderoso”, ¿existía realmente la necesidad de firmar un pacto con Felipe?), en el que me comprometo a hacer degustar, todos los santos días en su mesa, a su familia, con el fin de obtener, en un futuro, un reconocimiento, a través de la escritura, en La Biblia”

Esa hoja finalmente fue firmada por ambas partes, y sin duda que los dos estarán muy satisfechos. Mejor aun Felipe, ya que hasta el día de hoy sigue imprimiéndose la Santa Escritura.

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