lunes, 24 de noviembre de 2014

Al que madruga lo confunden.

Ayer me levanté con ganas de silencio. Justo me senté al lado de aquella señora a la que le gusta hablar pero no te deja opinar. A veces uno quiere agregar algo para no dejarla tan sola, pero no, ella sólo quiere que la escuchen. De todas formas, al final no sé si es K o si iba a comprar el Clarín. Tampoco sé si es feliz, o si a esta hora ya se suicidó. Estoy confundido. Todo por levantarme temprano un domingo.

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