jueves, 17 de julio de 2014

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Me recomendaron comer liviano a la hora de cenar. Lo pensé, lo dudé mil veces, no hay nada mejor que prepararse una buena comida y tomarse un buen vino para finalizar el día. Me hice unos fideos con manteca. A las 3 de la mañana me despertó un ruido en la calle, me despabilé, hice una pasadita por el baño, tomé un poco de agua para saciar la sed, y volví rápido a la cama. No conseguía volver a soñar. Al final me di cuenta de que no había sido el ruido de la calle, ni tampoco las ganas de ir al baño, y mucho menos la sed. Al final me di cuenta de que me estaba cagando de hambre.

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