Me recomendaron comer liviano a
la hora de cenar. Lo pensé, lo dudé mil veces, no hay nada mejor que prepararse
una buena comida y tomarse un buen vino para finalizar el día. Me hice unos
fideos con manteca. A las 3 de la mañana me despertó un ruido en la calle, me
despabilé, hice una pasadita por el baño, tomé un poco de agua para saciar la
sed, y volví rápido a la cama. No conseguía volver a soñar. Al final me di
cuenta de que no había sido el ruido de la calle, ni tampoco las ganas de ir al
baño, y mucho menos la sed. Al final me di cuenta de que me estaba cagando de
hambre.
jueves, 17 de julio de 2014
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