domingo, 16 de septiembre de 2012

Me quedo tranquilo..


Parece ser tan incómoda la torpeza de tropezarse, que uno ni siquiera piensa en las consecuencias físicas de la misma. Tal es así que uno puede romperse la cabeza contra un escalón, o bien partirse algún que otro diente, pero tales secuelas no se comparan con la sensación de saber que alguien te está mirando y se está riendo de vos. No con vos, sino de vos. Por eso creo que la persona que comete el acto de tropezar, aunque empiece a escurrir la sangre por su cara, instantáneamente levanta la mirada para ver quiénes y cuántos son los que están viviendo ese buen momento de saber que siempre existe alguien más desgraciado que uno.

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