Nunca porque tampoco.

Si nunca me pasó eso de perder el control remoto entre las sábanas fue solamente porque tampoco tuve alguna vez un televisor en mi pieza.

Cómo volver a hablarle, hoy.

Siendo tan fácil un “Tanto tiempo, ¿cómo estás?”, no entiendo cómo llegamos a “Me pareció verte hace un rato paseando un perro en la esquina de Corrientes y Pellegrini” cuando todos sabemos que no le gustan los animales y que ya ni siquiera vive por esa zona. 

Dilema por la mañana.

No sé qué tan distinto será el trabajo de los del pronóstico a lo que hago yo todas las mañanas espiando por la ventana para decidir si voy al laburo en bici o bien me tomo el bondi. 

Fidelidad tem fin.

La fidelidad para con el verdulero del barrio se termina cuando viene otro y abre una aun más cerca de tu casa. 

Qué mal estamos.

Hoy en día “Te conviene” pasó a ser sinónimo de “Te estamos cagando, pero otra no te queda, hermano”.

Pasan los años (XVI).

Pasan los años y todavía queda gente que constantemente aplica la frase “No fui nunca, pero me contaron” para convencer a los demás.  

Estar al pedo, presenta...

¿Alguna vez te pusiste a pensar lo distinto que sería todo si no existieran los bolsillos?

Te enamoraste.

Te cruzas con esa persona en el camino y llegas a tu casa conservando la misma cara de gil con la que la saludaste. Cagaste.

Pasarán los años.

Pasan los años y seguimos preguntándonos cómo carajo se llamará “el Colo”.