Por cagón.

Tener miedo a quedar pintado por no poder abrir la ventana del bondi es más fuerte que la necesidad de un poco de aire puro que nos dé directo a la cara.

Malditas siete diferencias.

Cuando era chico me preguntaba por qué siempre tenían que ser siete las diferencias que había que encontrar. Terminaba enojado, haciendo otra cosa. 

Recreo, te amo.

En el jardín. En preescolar. En la primaria, y en la secundaria. En el polimodal, y después en la Universidad. Ahora, en el laburo. Siempre esperando el recreo. 

Apurate, carajo.

El “escribiendo…” es un atentado para los ansiosos.

Invisible.

Cada vez que encuentro un invisible me pregunto cuándo voy a dejar de tener superpoderes, o bien si podría usarlos para algo mejor, o también por qué carajo lo llamaron así. 

Es el estudiante.

Los estudiantes se dividen entre quienes olvidan de poner su nombre en un parcial y quienes escriben hasta el grupo sanguíneo para rellenar la hoja. 

Fruta no es postre.

Engaño es que te digan que hay postre cuando te traen una fruta. 

El tiempo dirá.

Si por fin me hubiera juntado a tomar esa birra que me prometo con gente cuando nos vemos de pasada, sin dudas no hubiese tenido tiempo de sentarme para escribir esto.

Tan iluso.

Debo admitir que ya era adolescente cuando me di cuenta de que era mentira que crecía una planta en el estómago si te tragabas las semillas.

Tampoco era para mi.

Como cantante hubiera sido uno de los que se olvidan la letra en pleno tema. Sólo que me pasaría constantemente, y hasta varias veces en una misma canción.

El cambio en China.

Todo chino, antes de nacer, es sometido a un curso intensivo sobre cómo conseguir monedas para el cambio.